El apoyo de una incubadora de empresas iba a ser decisivo a la hora de desarrollar el Plan de empresa que a la postre les permitiría presentarse a algunos programas públicos de subvención y apoyo a emprendedores. La concesión por el CDTI de un préstamo Neotec de 275.000 euros, sobre un plan de empresa que contemplaba una inversión de trescientos mil euros, parecía la solución a los problemas financieros, pero tenía un inconveniente. Las condiciones de esta línea de subvención exigían a los promotores la aportación de cierta cantidad de fondos propios; 48.000 euros en el caso de Proiser. Mucho dinero para los socios de la empresa (básicamente Francisco y Carles), meros trabajadores sin capital propio.
La solución vino de la mano de una empresa dedicada al desarrollo y distribución de productos para diagnóstico e investigación ubicada en el mismo polígono en el que tenía su sede Proiser, el Parc Tecnològic de Paterna. La empresa Durviz, S.L. aportó los fondos necesarios a cambio de un 20% de la propiedad de Proiser.
El acuerdo era en realidad más amplio. El principal interés de Carles y Francisco al montar la empresa era el desarrollo de los productos de Proiser. Reconocían ambos que la comercialización y distribución de esos productos era imprescindible para el éxito de la empresa, pero no era algo que les motivara especialmente. Siendo la actividad principal de Durviz el asumir este tipo de tareas con productos análogos, ¿qué mejor que delegar en ella esas tareas? De manera que el acuerdo con Durviz otorgó a ésta la distribución de los productos de Proiser, en exclusiva y a nivel mundial.
El acuerdo, en esta segunda parte, no funcionó. Las incipientes ventas de Proiser cayeron. La inclusión de los productos de Proiser en el amplio catálogo de Durviz fue en realidad una pésima estrategia comercial. Pese a dedicar esfuerzo y cariño al proyecto, para Durviz los productos de Proiser eran uno más dentro de su catálogo, mientras que para Proiser Durviz era el único canal de salida de sus productos. El error había colocado además a Proiser en una tesitura crítica en 2007. La start-up estaba al borde del cierre apenas tres años después de su creación.
Carles y Francisco se dieron cuenta de que tendrían que emplearse a fondo para salvar la empresa. Tendrían entre otras cosas que asumir todo el protagonismo, sobre todo en la comercialización. Carles se tomó un año sabático en la universidad para hacer frente al reto que tenían por delante. Por su parte, Francisco realizó un Máster en Dirección de Empresas Tecnológicas.
La reasunción del proyecto no se limitó al plano de la comercialización, se extendió también al ámbito financiero. Carles y Francisco rehipotecaron sus casas para comprar las acciones de su empresa que estaban en manos de Durviz. La separación fue no obstante amistosa porque Durviz no se aprovechó de la situación, conformándose con recuperar lo invertido.